|
Hay olores, sabores y momentos que parecen abrir un portal. Una taza caliente de chocolate… y estamos de nuevo ahí: sentados en la cocina, bajo la misma luz, compartiendo el mismo alimento lleno de amor.
El Día de Muertos no es solo para poner flores. Es para recordarlos como les gustaba vivir: con familia, con risas, con su bebida favorita entre las manos. Y si era chocolate… mejor.
Y, de pronto, sin avisar, recordamos aquel chiste malo que soltó una noche en la mesa... el sonido de su risa, su forma única de decir nuestro nombre, o ese apodo que solo esa persona usaba y que nos hacía sonreír. Nos llega el recuerdo de su perfume suave, flotando en el aire mientras se alistaba para salir, y esa manera especial de preparar el chocolate: con calma, con cariño, con historia.
Porque aunque ya no estén, el recuerdo de su ternura sigue aquí, derritiéndose poco a poco en cada taza, como si el corazón también pudiera volverse líquido por un momento.
En Rey Amargo creemos que el verdadero chocolate no solo se bebe, se comparte. Por eso, este Día de Muertos, prepara una taza como ellos lo hacían. Hazlo despacio, con memoria.
Tal vez te acuerdes de su voz. Tal vez cierres los ojos y sientas que siguen ahí, como si nunca se hubieran ido del todo.
|